miércoles, noviembre 14, 2007

El Acorazado Submarino

El acorazado submarino, circumbirúmbico y estrafalaz, navega por las tierras de la incertidumbre sembrando menos bien que mal. En sus aguas, se logra distinguir el veneno de su lanzeta torpe, tórpeda, que poco a poco dibuja en la cara del que mira su andar la mancha tóxica de su fin último: crear máscara, careta. Y lo terrible es que la peste se ve en las caras de aquellas personas que no lograron ver aquel escupitajo lleno de sutilerías mal intencionadas, llenos de falsas expectativas hacia aquel endeble, desenmascarable, para mí.

Sin embargo, este joven acorazado goza de plena libertad de acción y justifica su acto con suma liviandad, que no demuestra más que plena impertenencia de sí mismo, falta de amor propio y amor por los ladrillos que ha edificado en los corazones de otros que hoy corren el peligro de volverse acorazados terrenales, inconcientes.


Pero para desenmascararlo, no hay necesidad de acción alguna: él mismo, al seguir abrazando con sus falsas escamas de fraternidad para lanzar sin remordimiento la mala amistad, se va develando como aquel que asesina a conciencia y luego, cuando todos descubren su fechoría, apela a la amnesia y la amnistía de la mano de quienes se quedaron deslumbrados creyendo en tanta basura inexistente.